Sería tan fácil…
Entraron al viejo caserón de Palermo, la mujer de blanco los hizo cruzar el amplio parque donde el agua parecía un espejismo en medio de un oasis de níveas estatuas de mármol apenas iluminadas por los rayos de una luna que moría con la fútil promesa de volver a renacer.
Ella vio su imagen detrás de los vidrios, sentado en aquel amplio sillón de cuero negro, su largo cabello y unos ojos que supo profundos como un mar de verdes esperanzas. Los recibió con una sonrisa y saludó a uno por uno hasta quedar frente a ella, midiendo cada paso. Su rostro era como el de un ángel torturado, su piel tan blanca como la de las estatuas que custodiaban celosamente su jardín. Los invitó a sentarse, mientras la mujer de blanco servia unas copas de vino que ella rechazó, pues no bebía, al menos no alcohol. Solo agua, simple agua. La mujer se retiró y el se acomodó en el sillón, ella lo observó cuidadosamente, otro ángel caído…otro abismo extraordinario.
Comenzaron las negociaciones en las cuales no participó, pues su voz estaba oculta bajo el manto de un solo pensamiento. Sería tan fácil…
Se hizo un silencio que tardó en reconocer, una pausa de esas que solo suceden ante una pregunta suspendida en el tiempo.
- Es mi jardín- dijo el y señaló las pinturas que estaban a su alrededor colgadas en la pared.
Ella asintió, mirando los rostros de aquellas mujeres atrapadas en el lienzo. Sus rostros perfectos, su piel lacerada, como pétalos de rosas sin aroma, supurando espinas y rocío. El tomó su mano, ayudándola a levantarse y ella se dejó guiar dócilmente por aquella galería de rostros extraños y a la vez tan conocidos. Cadenas, espinas, la dolorosa belleza de una prisión de sentidos teñían las paredes cubiertas de hastío.
El se detuvo junto a la luz, y antes de que su mano levantara delicadamente su barbilla supo exactamente que diría.
- Quisiera pintarte…
Esas palabras…otra vez…Sería tan fácil perderse… y entonces agregó..
- Pintar tu tristeza…
Ella cerró los ojos, quizás para no llorar o para retener aquella sed de caricias que yacía temblando en su vientre…Seria tan fácil…dejarse llevar, cambiar el dolor de la ausencia por otro mas real, por un dolor espeso y gris, pero tangible…dejarse envolver por los hilos filosos de esa dulzura que envenena…sería tan fácil…dejarse caer en esos brazos o en cientos de ellos…olvidar todo, dejar de sentir…una vez mas…solo un paso mas hacia el abismo.
Ella no contestó, la manzana crujió entre sus dedos y el sonrió, alguien le preguntó algo y ella comenzó a hablar despacio, pausadamente, acompasando su voz con la voz de el, enredándose en un juego que ambos sabían jugar muy bien, un juego de inteligencia y sensualidad tan antiguo como cercano. Se vio a si misma y se alejó. Se paró frente al ventanal y miró los rostros de aquellas estatuas, mientras las mujeres en los lienzos susurraban el dolor…si, ella sabia cual era el lenguaje, conocía aquella intensidad, por eso estaban allí, por que el no era como los demás…su intensidad…su inteligencia…su voz y su apariencia de niño torturado…Sería tan fácil perderse…otra vez…en otras alas…Su mirada fue mas allá de aquel jardín…mucho mas adentro y profundo, hacia aquel lugar donde la soledad se encontraba prisionera de su propio abrazo…las voces se alejaron y pudo sentir el calor de su cuerpo junto al suyo, esperando la respuesta que emanaba de ella, y aquel calor, ese calor que ella deseaba sentir con desesperación en su piel sedienta de afecto y caricias. Su cuerpo se estremeció.
Si, sería tan fácil perderse...un breve instante de doloroso placer y otro abismo de esperas y ausencias...otros sufrimientos, otras pieles, otro aroma almizclado que la sacara una vez mas de aquel exilio voluntario…Si, pensó…sería tan fácil perderse…
La manzana volvió a crujir una vez mas entre sus dedos. Se giró para ver su hermoso rostro, su negro cabello caía descuidadamente y lo hacía ver como un niño lobo…
Le sonrió con tristeza, sabiendo que el también conocía su dolor, que era como ella otro habitante de las sombras, un fugitivo de si mismo subido al pedestal de sus deseos y batallas ganadas por las pérdidas.
Ladeó su cabeza con suavidad y se acercó lo suficiente como para que el sintiera el frío aliento de su alma mientras susurraba en su oído…
- Lo siento…yo cultivo mi propio jardín de rosas muertas.
El sonrió a su vez con aquella verde mirada enmarcada por el asombro de saberse reflejado y desnudo ante otro ser. Su ceño se frunció y una brisa de dolor tinió su rostro por un breve instante. Pero era un sobreviviente, como ella, como otro antes que el. Se recompuso, tomó su mano, la besó con delicadeza y dijo con aquella suavidad cargada de significados y anhelos.
- La espera, valdrá la pena …
Ella se fue dejando a los demás y mientras sus pasos acariciaban las calles desiertas de una ciudad silente y susurró para sí…
- Si…sería tan fácil perderme…si no supiera que ya, me encontraba perdida…
Y supo que jamás volvería…
©Mercedes Mayol
Copyright 10-04-2012
yo pensé que ella se alejaría y nunca mas volvería, y por eso el se alejó. Tal vez ellos debieran hablar y entenderse, y las cosas no son tan en blanco y negro... saludos...
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