Mientras el mundo pide justicia y rinde homenaje al valor y
labor periodística de Javier Valdez
Cárdenas, labor que por otra parte deberían apoyar, reafirmar y hacer
los gobernantes de México, el crimen sigue sin resolverse, aún cuando todos
saben quienes fueron los responsables.
Conocí al morro de mi alma cuando trabajaba para Jus, su obra fue una de las primeras que pedí renovar, ampliar y rescatar, precisamente por el valor no solo literario sino por el coraje que se requiere para escribir y ser la voz de las víctimas, porque eso hacía y aún hoy, a través de sus letras sigue haciendo Javier. Conocerlo en persona fue una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida, era un tipo afable, divertido, sereno, pero con una intensidad que arrasaba la conciencia de todos aquellos a quienes tocaba. Nos hicimos amigos, a la distancia y seguimos siéndolo aún cuando dejé mi puesto en México para ocuparme del Cono Sur. Días antes de su asesinato, hablamos de lo feliz que estaba porque Malayerba estaría pronto el #Argentina. Quise traer el libro para la feria, pero no llegamos a tiempo. Cuando supe la noticia, se me encogió el corazón, lloré, con ese llanto amargo de la impotencia, lloré mi pérdida, la pérdida de su esposa y de sus hijos, lloré la pérdida de cada mexicano que el defendió a pesar de saber que aquello, más tarde o más temprano le costaría la vida. El lo sabía, como lo saben todos allá, en ese país que me duele aún a la distancia. Cada vez que viajaba a México, me despedía de cada uno con esa angustia de pensar que quizás, no fuese a verlos más, no porque no pudiese volver, sino porque cuando lo hiciera tal vez, ya no estuviesen en este mundo porque el narco se los habría cargado y enterrado en alguna fosa. Cuando vi su cuerpo en la calle, su sombrero, la cinta de "Escena del crimen", pensé: Si hubiese logrado traerlo a la feria, si el libro hubiese llegado a tiempo, si hubiese...pero no, no sucedió. Su cuerpo seguía allí, en la calle, sin vida, como la de cientos de periodistas antes que el, como miles de mexicanos asesinados por el narco. Llamé a Griselda, no supe que decirle, no tenía palabras que pudiesen cambiar nada. Solo impotencia, dolor, furia, congoja, nada...nada que pudiese hacer o decir cambiaría en nada su vida, se lo habían quitado todo a ella y a sus hijos, a ella y a sus amigos, le quitaron la voz a las víctimas a las que defendía con el arma más temida y poderosa por los narcos: La palabra.
A mi, la ignominia y cobardía del gobierno mexicano, la putrefacción de los narcos que dominan cual feudo de terror mi amado México, me robaron a mi amigo, pero no se mata la verdad asesinando periodistas, no se mata la verdad asesinando inocentes. Hoy su voz llega al mundo, todos sabemos lo que sucede en México y quiera Dios que algún día, los gobernantes salgan de su cobardía y enfrenten lo inevitable. Gota a gota México se desangra, y yo me pregunto, ¿morir ahora o morir después?, porque si hablás es muerte segura. ¿Cuántas muertes más hacen falta para que reaccionemos y expulsemos la infección pavorosa, ese cáncer que corroe el corazón de México?
#YoNoTeOlvido morro de mi alma, y el mundo tampoco. Tu palabra sigue y rola, tu palabra no pudo ser asesinada. La verdad, sigue en pie y más viva que nunca.
Conocí al morro de mi alma cuando trabajaba para Jus, su obra fue una de las primeras que pedí renovar, ampliar y rescatar, precisamente por el valor no solo literario sino por el coraje que se requiere para escribir y ser la voz de las víctimas, porque eso hacía y aún hoy, a través de sus letras sigue haciendo Javier. Conocerlo en persona fue una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida, era un tipo afable, divertido, sereno, pero con una intensidad que arrasaba la conciencia de todos aquellos a quienes tocaba. Nos hicimos amigos, a la distancia y seguimos siéndolo aún cuando dejé mi puesto en México para ocuparme del Cono Sur. Días antes de su asesinato, hablamos de lo feliz que estaba porque Malayerba estaría pronto el #Argentina. Quise traer el libro para la feria, pero no llegamos a tiempo. Cuando supe la noticia, se me encogió el corazón, lloré, con ese llanto amargo de la impotencia, lloré mi pérdida, la pérdida de su esposa y de sus hijos, lloré la pérdida de cada mexicano que el defendió a pesar de saber que aquello, más tarde o más temprano le costaría la vida. El lo sabía, como lo saben todos allá, en ese país que me duele aún a la distancia. Cada vez que viajaba a México, me despedía de cada uno con esa angustia de pensar que quizás, no fuese a verlos más, no porque no pudiese volver, sino porque cuando lo hiciera tal vez, ya no estuviesen en este mundo porque el narco se los habría cargado y enterrado en alguna fosa. Cuando vi su cuerpo en la calle, su sombrero, la cinta de "Escena del crimen", pensé: Si hubiese logrado traerlo a la feria, si el libro hubiese llegado a tiempo, si hubiese...pero no, no sucedió. Su cuerpo seguía allí, en la calle, sin vida, como la de cientos de periodistas antes que el, como miles de mexicanos asesinados por el narco. Llamé a Griselda, no supe que decirle, no tenía palabras que pudiesen cambiar nada. Solo impotencia, dolor, furia, congoja, nada...nada que pudiese hacer o decir cambiaría en nada su vida, se lo habían quitado todo a ella y a sus hijos, a ella y a sus amigos, le quitaron la voz a las víctimas a las que defendía con el arma más temida y poderosa por los narcos: La palabra.
A mi, la ignominia y cobardía del gobierno mexicano, la putrefacción de los narcos que dominan cual feudo de terror mi amado México, me robaron a mi amigo, pero no se mata la verdad asesinando periodistas, no se mata la verdad asesinando inocentes. Hoy su voz llega al mundo, todos sabemos lo que sucede en México y quiera Dios que algún día, los gobernantes salgan de su cobardía y enfrenten lo inevitable. Gota a gota México se desangra, y yo me pregunto, ¿morir ahora o morir después?, porque si hablás es muerte segura. ¿Cuántas muertes más hacen falta para que reaccionemos y expulsemos la infección pavorosa, ese cáncer que corroe el corazón de México?
#YoNoTeOlvido morro de mi alma, y el mundo tampoco. Tu palabra sigue y rola, tu palabra no pudo ser asesinada. La verdad, sigue en pie y más viva que nunca.
Mercedes Mayol
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