sábado, 20 de octubre de 2012

Sangre y arena

Posted by Mercedes Mayol 12:52:00

La puerta aún está cerrada y el viento trae a mi el grito espurio de los hijos de los hombres mientras el miedo se agazapa en mi sangre. No puedo huir, mi destino está sellado, como estas paredes que me oprimen y no dejan mas que una salida…la muerte en manos del ser mas poderoso de la tierra, el único capaz de construir y destruir con la misma facilidad que yo, animal e instinto, puedo matar a otro contrincante digno por la supremacía de la hembra con la que ansío dejar mi huella en este mundo.
Los hombres  son seres extraños, sus sombras son largas y profundas, como la que se expande hacia mí desde el ser que camina de un lado a otro sobre las arenas donde yace la sangre de mis antepasados, puedo oler el temor que exuda su piel desde esta prisión donde me encuentro. Curiosa sensación el saberme enjaulado y ver a mi asesino prisionero de sus propias tinieblas.

Hoy es el la última corrida, estoy anclado aquí, mi alma deambula en medio de estas arenas donde he derramado la sangre de cientos de toros a los cuales he enfrentado con los últimos vestigios de mi honra…ya nada quedará después de hoy, pues este es el único lugar donde mi ser conserva intacta los restos de su valía.
Fuera de este ruedo nada soy, pues la gloria efímera me ha llevado por senderos de los cuales sé, no podré regresar jamás. Los gritos de mis hermanos solo aturden mis sentidos lacerados por la pérdida de mi mismo. Apenas recuerdo el tiempo donde mi juventud se anegaba de sueños e ilusiones, aun puedo sentir el abrazo de mi padrino en aquel ritual de la Alternativa, el peso en mis manos de la muleta y la espada que me convirtieron en matador. Un instante perfecto que abrió el portal de mi gloria y también de la derrota pues el orgullo me cegó hasta el punto de creerme el ser más poderoso de la tierra.
En la arena, mis manos se convirtieron en destino, mi espada en el estandarte que los Dioses me asignaron como héroe sobre el resto de la creación. Una victoria en el ruedo, era un paso mas hacia la sombra.
Festejar la muerte de los débiles, convierte el corazón en un gélido infierno sediento de almas.
Noche a noche cubría mi cuerpo con las pieles de  mujeres que por mi fama se entregaban a mi y con las cuales intentaba entibiar aquello que moría dentro mío, la ternura fue devorada por la lujuria y el desconsuelo, a mi alrededor la nada se extendía como un manto que solo lograba que corriera en pos de otro deseo que sacara de mi esta angustia de saberme prisionero de la vacuidad, pues nada bastaba ante el hambre que despertaba el ego. Era rico en dinero y poder, mas pobre de afectos reales. Es la inmunda consecuencia de la fama y la riqueza. Mi espalda fue surcada de traiciones y conveniencias.
La ira reemplazó lentamente al dolor, me hice mas fuerte o mi piel se hizo mas dura, como podría saberlo si nada sabía mas aquello que mi cuerpo mortal podía sentir y de los sentidos me hice esclavo.
Comencé a envidiar la pureza y la risa cristalina de los jóvenes, esa belleza que adolece de palabras y solo se muestra sin temor al futuro ni a la derrota, pues los jóvenes  están bendecidos por esa atemporalidad que los hace creerse eternos. Ir tras ellos se convirtió en un desafío y  embestí la inocencia con las garras de mi soberbia, pues contradictoriamente, necesitaba demostrar que aún había algo puro en este mundo y ante cada embate mis deseos de creer en algo eran derrotados, pues mis hermanos estaban y aun están tan perdidos como yo. Abusé de mi y de cuanto ser débil estaba al alcance de mi orgullo, tatué mi cuerpo con los nombres de las víctimas a las cuales dejé como escoria al costado del camino, me alejé de todo aquello que pudiese recordarme el monstruo cruel en el que me había convertido, y como Dorian Grey, mi rostro deformado por la perversidad, quedó oculto tras las puertas de un hogar fastuoso  y vacío, donde solo yo, en las noches en que mi conciencia se empeñaba en torturarme, entraba en ella para ver y huir horrorizado cerrando tras de mi la puerta que no supe comprender como única salida. Con el tiempo dejé de hacerlo pues el dolor que sentía y el desgarro del alma era algo que mi débil voluntad no fue capaz de soportar.
La culpa se alejó de mi y justifiqué cada acto con la soberbia de mi verdad ciega, “nada hay puro en este mundo” pues el fin justifica los medios.
Mis instintos eran superiores a la fuerza de la pureza que robaba sin escrúpulos, tan fácil de alcanzar, un alimento tan sustancioso y a la vez sutil y efímero que solo dejaba un sabor amargo en la boca.
Los destellos de la fama convirtieron mi egoísmo en algo excéntrico que los demás aplaudían y festejaban, pues las luces de neon encandilan a los seres débiles, la voluntad y el ser son baluartes que las arenas del tiempo han devorado en nuestro mundo. Los estímulos eran cada vez mas sofisticados, alcohol, drogas, sexo, pues hacer el amor era algo tan lejano a las mujeres y hombres que me rodeaban, pues solo se atrae aquello que somos capaces de reflejar en nosotros mismos…en cada acto,  mi soledad me engullía y yo me dejaba arrastrar hacia ese limbo al cual me entregaba como un amante desesperado y sediento, todo lo que me alejara de mi, era válido para llenar el sinsentido en el cual me encontraba perdido.
El torero levanta lentamente su cabeza y veo en sus ojos el velo de la tristeza, pues sabe que se encuentra frente a frente ante su ultimo desafío, ante el único lugar donde su existencia tiene sentido.
Los gritos del público ignorante, sediento de emociones y sangre se acallan  y me pregunto desde este sitial privilegiado de saberme muerto, cual de los dos es la bestia y  quien está condenado…pues se, que hoy esa espada que clavará en su cuerpo, manchará la arena una vez mas con la sangre de ambos, mas la del toro prevalecerá por su pureza y la del hombre solo será alimento de las fauces del olvido, la llama que moraba dentro suyo, en los brazos de su propia soberbia se habrá extinguido.
La muerte lo traerá a mi, pues su alma no ha servido mas que para si mismo y ambos  deambularemos en esta prisión de arena pues hemos elegido, ser esclavos y no amos de nuestro propio destino. 

©Mercedes Mayol
Copyright 2011



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