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Editorial
Luz y oscuridad. Blanco y negro. Bueno y malo. La lista de dualidades puede ser infinita desde una perspectiva maniquea, la cual se ha implantado por moralistas para delimitar lo que está permitido, y lo que no, dentro de la sociedad. Siempre se ha identificado la parte oscura del ser (Jung la denominó: “La sombra”) como algo negativo, sin embargo, es parte esencial de nuestra natura humana. Somos un todo, lleno de matices que van de la luz a la oscuridad mas absoluta. En todos está latente, pero nos enseñan a mantenerla soterrada por el “bien” de “todos”, sin embargo, somos concientes de que aquello que negamos, como diría el psicoanalista alemán, nos somete y que aquello que aceptamos nos transforma.
Por otra parte, el mundo de las ideas se contrapone al mundo sensible, una dualidad más que Platón estudia. La oscuridad de la caverna sólo nos permite llegar a la sombra de las cosas, no existe una relación directa con ellas, sólo hay un conocimiento instintivo que nos lleva al error. En el otro extremo está la luz, el lado inteligible del ser; el que lo lleva al conocimiento pero, irónicamente también al sufrimiento, lo cual deja una pregunta ineludible: ¿Existe el crecimiento sin dolor?
En estas dos vertientes girará la conversación de este número de Justa. Aceptamos nuestras sombras e intentamos transformarnos y que el lector también lo haga y explore esa parte negada de su ser. La participación plural en esta publicación permite pasar por todos los matices y perspectivas de este juego de luces y sombras para crear un caleidoscopio psíquico y sensorial que nos lleve a las profundidades del autoconocimiento humano.
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