Querido Gabo:
¿Qué decir que ya no te hayan dicho?,
¿Qué pensar ante esta ausencia esperada en este mundo de mediocridades sin
fondo?.
No puedo creer que ya no estarás,
no puedo aceptar en estos momentos la muerte, y me recuerdan aquellas palabras
de Girondo que siento ahora removerse en
mis entrañas:
Muerte puta, muerte cruel,
muerte al pedo, muerte implacable,
muerte inexorable, misteriosa muerte.
Muerte súbita, muerte accidental,
muerte en cumplimiento del deber.
muerte al pedo, muerte implacable,
muerte inexorable, misteriosa muerte.
Muerte súbita, muerte accidental,
muerte en cumplimiento del deber.
No entiendo porqué las cosas se
acaban así de pronto y que se llevan a seres que por su propia inmensidad pensé
inmortales. Claro que tu lo serás, al menos yo, no podré olvidarte jamás y de
alguna manera, tus letras pedurarán en el alma de aquellos que te leímos y
leemos, a ti en cada uno de tus libros, a tu corazón, tu vida escrita en las
profundidades de un mar de tinta y
sentimientos.
Si supiera que hoy fuera la última
vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al señor para
poder ser el guardián de tu alma, decías y hoy te me arrepiento de no haber
suplicado al señor lo mismo.
Podría plantear tu largo recorrido
por el mundo de la literatura, tu rica biografía, tus premios y tus medallas,
pero hoy, precisamente hoy, prefiero verte a ti, escuchar tu risa en el recuerdo,
tus viajes para encontrarte y recordarte en ese Caribe azul que tanto amabas.
Prefiero recordar, Recordar otra palabra puta que denota tu ausencia, como te
mofabas de la fama, para ti puro cuento pues nunca dejaste que abandonara tu
memoria que al empezar, lo hiciste sin un nombre y sin un clavo en el bolsillo.
Tampoco olvidaste a los amigos que en su momento, y ante las inclemencias de la
vida, te dieron una mano, que te hicieron sentir en casa, ni olvidaste tampoco
que necesitabas de ese mar caribeño, de tu Colombia amada, del pañuelo al
viento que escapaba libertino del cuello de una bella mujer y esa sola imagen
bastaba para que nos regalaras otro sueño. Tus tertulias y ese vaso de whisky
que te hacía olvidar la miseria, pero que no te impedía ver la hipocresía de
los politicuchos y el dolor que con su corruptela diaria pisaban y pisan a los
pueblos, y le dabas lucha, ¡vaya si se la dabas! por que sabías y hacías saber
que el peso de un muerto carece de medidas y como dirían los mexicanos, te
valía madres lo que pensabas.
Mientras te recuerdo, no puedo
evitar llorar, aun sabiendo que estás en mi para siempre. No puedo evitar el
lamento de no haber podido agradecerte y abrazarte por todo lo que me has dado
sin saberlo. No puedo con esto Gabo. No puedo aceptar que te fuiste y hoy por
vez primera, siento ira, una rebeldía infantil ante esta vida finita y frágil
que se termina tan pronto.
Espero querido amigo, pues eso eras
para mi a pesar de no haberte tocado siquiera, que tu alma descanse en paz, y
allí donde estés, sigas siendo Gabo, ese al que amo y amaré por siempre, el
humano, el noble y agradecido, el soñador, el profundo e inmortal Gabo.
Buen viaje Maestro, gracias y hasta
que nos volvamos a ver, por favor, allí donde estés, no dejes de sonreír y agradécele
a Dios de mi parte, por haberte dejado aunque más no sea, un tiempo en este
mundo al cual le hace falta tanta nobleza como la que nos regalaste en cada
instante de tu vida.
Mercedes Mayol
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