Durante un año completo de mi vida, cada sábado, fui al cine
Lavalle a ver en la función de trasnoche The Wall.
La vida era algo surrealista por aquel entonces, aún lo es por momentos, al menos para mí. Solíamos ir para reflejarnos en algún lado, por que sentíamos que no encajábamos en ningún lado. La adolescencia es así, a veces, la vida es así.
Una de esas tantas noches, fui con un amigo que estaba en un estado lamentable por razones que prefiero no mencionar. No se que fue de el, pero recuerdo como si fuese hoy, que relató toda la película, mas bien no la película sino lo que el interpretaba de lo que veía. Cada segundo de esa noche, fue extraña, como si en mi subconsciente se estrellaran los subtítulos de otra mente, más ausente que la mía. Luego, como cada sábado, fuimos a comprar algo de vino barato para sentarnos en las escaleras detrás del teatro Colón. Allí nos reuníamos a filosofar, a delirar por momentos, a intentar comprender que hacíamos en la vida, con ella o si sólo éramos, como decía la película, un ladrillo más en la pared.
Tony, así se llamaba mi amigo (Su segundo nombre era Amor, y no es broma), me dijo aquella noche, mirando la luna como si allí se encontraran todas las respuestas y señalando a algún punto que en ese entonces no logré ver:
- ¿Sabés?...creo que ya comprendí. Cada uno de nosotros, es como una huella digital, única, como únicas son las estrellas. Vos, yo, creemos comprendernos, pero no es así. Ves la vida con tus ojos, no con los míos, ni yo con los tuyos. Da igual que lugar ocupemos en la vida, da igual que lugar ocupemos en la pared. Al final, es todo accidental, circunstancial, temporal, eso no lo se. Lo que si se, es que no somos más que nadie, sino diferente a todos.
No se que fue de Tony, lo vi un par de veces más. Lo encontré unos años mas tarde, en una feria de artesanos haciendo cadenas de madera sin cortes entre los eslabones, me regaló unos aros tallados en madera también, de los cuales aún conservo uno. Luego supe que se fue al sur después que su madre murió, para dejar ese mundo atrás y comulgar con la naturaleza. Luego no supe más. Pero si se, que en todo ese año, Tony, fue mi única compañía real, la única persona que buscaba, como yo, darle un sentido a una vida que era insoportable por momentos, y fue el único ser humano en el cual, y a pesar de su locura personal, pude reflejarme y hablar incluso desde el más absoluto silencio.
Allí donde estés, mi querido amigo, (aún estás en mi corazón), espero hayas encontrado lo que buscabas. Yo por mi parte, aún sigo buscando-me. Ojalá y algún día la vida, vuelva a reunirnos.
Mercedes Mayol
La vida era algo surrealista por aquel entonces, aún lo es por momentos, al menos para mí. Solíamos ir para reflejarnos en algún lado, por que sentíamos que no encajábamos en ningún lado. La adolescencia es así, a veces, la vida es así.
Una de esas tantas noches, fui con un amigo que estaba en un estado lamentable por razones que prefiero no mencionar. No se que fue de el, pero recuerdo como si fuese hoy, que relató toda la película, mas bien no la película sino lo que el interpretaba de lo que veía. Cada segundo de esa noche, fue extraña, como si en mi subconsciente se estrellaran los subtítulos de otra mente, más ausente que la mía. Luego, como cada sábado, fuimos a comprar algo de vino barato para sentarnos en las escaleras detrás del teatro Colón. Allí nos reuníamos a filosofar, a delirar por momentos, a intentar comprender que hacíamos en la vida, con ella o si sólo éramos, como decía la película, un ladrillo más en la pared.
Tony, así se llamaba mi amigo (Su segundo nombre era Amor, y no es broma), me dijo aquella noche, mirando la luna como si allí se encontraran todas las respuestas y señalando a algún punto que en ese entonces no logré ver:
- ¿Sabés?...creo que ya comprendí. Cada uno de nosotros, es como una huella digital, única, como únicas son las estrellas. Vos, yo, creemos comprendernos, pero no es así. Ves la vida con tus ojos, no con los míos, ni yo con los tuyos. Da igual que lugar ocupemos en la vida, da igual que lugar ocupemos en la pared. Al final, es todo accidental, circunstancial, temporal, eso no lo se. Lo que si se, es que no somos más que nadie, sino diferente a todos.
No se que fue de Tony, lo vi un par de veces más. Lo encontré unos años mas tarde, en una feria de artesanos haciendo cadenas de madera sin cortes entre los eslabones, me regaló unos aros tallados en madera también, de los cuales aún conservo uno. Luego supe que se fue al sur después que su madre murió, para dejar ese mundo atrás y comulgar con la naturaleza. Luego no supe más. Pero si se, que en todo ese año, Tony, fue mi única compañía real, la única persona que buscaba, como yo, darle un sentido a una vida que era insoportable por momentos, y fue el único ser humano en el cual, y a pesar de su locura personal, pude reflejarme y hablar incluso desde el más absoluto silencio.
Allí donde estés, mi querido amigo, (aún estás en mi corazón), espero hayas encontrado lo que buscabas. Yo por mi parte, aún sigo buscando-me. Ojalá y algún día la vida, vuelva a reunirnos.
Mercedes Mayol
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