Asesinan a dos artistas en Zacatecas. Encuentran el cuerpo
sin vida, con señales de violación, desollada y tirada como basura en un
baldío, a una enfermera de 19 años que desapareció en Uruapan. 43
estudiantes desaparecen en Ayotzinapa, algunos son encontrados ya sin vida, con
las mismas señales de violencia de la joven de 19 años de Uruapan, otros se
suponen fueron incinerados, o enterrados, o torturados o ¿quién sabe?, los
asesinos saben, ellos siempre recuerdan la última mirada de sus víctimas pero
se las guardan para sí, en su arcón de trofeos, de recuerdos malditos y
putrefactos de los cuales se alimentan para volver a experimentar ese poder que
detentan los cobardes. Mientras tanto se encuentran fosas con cientos de
cadáveres por todo México, que, como dicen con total liviandad los integrantes
del gobierno, no son los cadáveres de los 43 normalistas, es verdad, son otros,
miles de otros que murieron en silencio, ahogando los gritos de dolor e
impotencia, otros anónimos, NN.
Desaparecen en la ciudad de Juárez entre 1 y 15 mujeres por día, muchas aparecen con los mismos signos de violencia en sus cuerpos que la joven enfermera, otras, aparecen con un seno amputado (en vida, pues los cortes son antemortem), firma de algún grupo narco que envía una amenaza a otros grupos o a las mismas familias de la pobre muchacha que yace en una tumba mirando con los ojos huecos, ahora hogar del terror y el dolor que sufrió en los últimos minutos, horas, días y hasta meses, con la esperanza, ya tan muerta como ella, de encontrar la salvación en algún cielo, cualquier cielo. Me pregunto qué sucedería si removieran la tierra que rodea esa Ciudad perdida de Dios, ¿cuántos cuerpos más serían encontrados?, una ciudad completa enterrada con sus propios ciudadanos transitando sin rumbo el abismo del Dante, buscando inútilmente su regreso a casa. Se sabe, se susurra, corre de boca en boca, que muchas de esas mujeres son vendidas y explotadas en los prostíbulos, que los bebés y niños son vendidos, en el mejor de los casos para adopción, en el peor, para vender los órganos o en una realidad aún más atroz, son violados, asesinados, cazados, y enterrados en fosas poco profundas, total, las otros carroñeros, esta vez inocentes, se encargan del resto. Las cruces rosas son sólo una muestra gratis de lo que sucede en todo México, las marchas y protestas también. Ha comenzado la lucha de un pueblo manso que se ha puesto de pie a pesar del miedo, el pueblo ha comenzado por vez primera en muchos años de agachar la cabeza y susurrar, a mirar a sus asesinos de frente y a gritar una palabra que antes les era ajena, Justicia, pues nada queda por perder.
Las madres van en busca de sus hijos, lloran, deambulando como la Malinche, por las calles perdidas de alguna ciudad, elijan Ustedes cualquiera, todas las ciudades de México están cubiertas de sangre, con ese dolor interminable, ese dolor que no cesa, ese sueño que no llega producto de la esperanza de creer que algún día, encontrarán a sus hijos perdidos caminando por alguna vereda, o que entrarán por la puerta y les dirán: lo siento, todo fue un error o lo que es peor, que en vez del hijo, llegue un policía a su puerta robándole el último aliento y les diga que no lo fue, que sus hijos fueron desmembrados o ejecutados o torturados o quemados en una pira junto a otros tantos. Entonces sobrevendrá el horror, sobrevendrán las pesadillas interminables de aquellos rostros amados que ahora tiene un pasado cuyo futuro fue amputado por monstruos que no son imaginarios ni habitan debajo de la cama, sino que son reales, tangibles, brutales, monstruos cobardes, avariciosos, arrogantes e insensibles que llevan en sus cuerpo un corazón esculpido con la sangre seca de sus víctimas.
Mientras tanto en el palacio real, el soberano no reconoce ese color rojo que tiñe sus manos, no piensa ni comprende que esa sangre, es de su pueblo. Sus lacayos lo aplauden, asienten dóciles cuando el grita a voz en cuello ¡Ya supérenlo!, su esposa sonríe a las cámaras mostrando esa casa de ocho o nueve millones de dólares construida con cadáveres diciendo que esa casa fue fruto de su larga carrera como actriz, sus consejeros le dejan sobre la mesa cada mañana junto a la taza de humeante café, un periódico escrito con excrementos, esos excrementos que escapan de los cuerpos por el miedo que supura antes de morir y el lee, lee a la reina que todo está bien en Mexicland, sólo un grupo de revoltosos que se quejan porque no pueden comer todos los días, o porque sus estúpidos hijos se les da por desaparecer, nimiedades dice y bromea, desaparézcanlos para que el turista no vea estas cosas y deje de comprar, el turismo es lo primero y van los guardias a esconder los cadáveres bajo la alfombra tejida con los cabellos de otros muertos. Y los consejeros sonríen y asienten satisfechos. El rey sigue vistiendo su traje de ciego y la reina sigue gritando que vengan los maquilladores, pues algo rojo ha salpicado otra vez su rostro. Preparen la cita con el peinador y la manicura. ¿No está la de siempre? ¿Desapareció?. ¡Los sirvientes no son lo que eran! dice furiosa sacudiendo la cabeza como esos muñequitos hawaianos…después se quejan de que no hay trabajo, si son todos vagos, haraganes, ignorantes…y la nueva maquilladora golpetea temblorosa el polvo de oro sobre la piel manchada rogándole a los Dioses que sus ojos, sus lágrimas, su dolor, no la traicionen y la reina vea el terror en su mirada y ruja un soberano: - Que le corten la cabeza! O la garganta o un seno o un hijo.
Nada nuevo hay bajo el sol de Mexicland, salvo otra fosa, otras desapariciones, otras cabezas que ruedan por el barro, otro estudiante arrastrado a una celda de seguridad en alguna cárcel anónima por tener ideales. Nada debe empañar los cristales oscuros de Mexicland ni interrumpir el desayuno del soberano que lee su periódico de excrementos y se deleita con el líquido espeso que humea en su taza de huesos con ribetes de oro. La sangre sabe siempre mejor por la mañana y bien caliente.
Luego comienza la competencia diaria, el soberano no sabe que está compitiendo, pero así es, compite con Hitler para convertirse en el mayor genocida de todos los tiempos.
Desde el cuarto, quinto, séptimo, octavo y noveno círculo del infierno de Dante, la multitud de consejeros ruge alienada, echan porras. Vamos! que a este ritmo pasamos a ese cabrón vociferan! Unos más y lo pasamos.
Sobre el escritorio, como todos los días, dejan el sobre y el paquete de la especie más preciada de de Méxicland, la especie, la droga, el dinero y la codicia, sin olvidar por supuesto el nuevo par de anteojos negros para ciegos que el soberano debe usar y usa dócilmente.
En el reino, un artista en Zacatecas pinta un paisaje bellísimo, sin darse cuenta que el dolor troca los colores verdes en rojo sangre. No es aceptable un paisaje así. Estas cosas no son propias para el soberano ni su reina, el rojo no combina con la estupidez. La puerta de su vivienda se derrumba, unos ladrones entran y lo apuñalan, le arrancan la piel, muelen sus huesos y los esparcen sobre las lágrimas, para secarlas, para que se tiñan y disimulen, y desaparecen como habían llegado. El comisionado de policía recibe su sobre de especies y vuelve a su casa feliz, la tarea de mantener en equilibrio Méxicland ha sido realizada dice orgulloso mientras devora el hígado de otra escoria, una puta de 13 años que cometió el error de ser un poco atractiva y caminar por las calles que le encomendó cuidar el soberano. Todo en orden.
En una escuela, en un campus universitario, un grupo de jóvenes revoltosos leen en susurros los textos de los intelectuales de Mexicland, textos que hablan sobre la igualdad, la justicia, las oportunidades mientras esos intelectuales, hijos de Mexicland se esconden, se reúnen a palmearse la espalda unos a otros y a pensar en cómo hablar sin emitir sonido y desde las sombras, no sea cosa que pierdan la comodidad de sus autos último modelo que están pagando en cuotas o los subsidios o el miedo. Son textos utópicos, pero quien sabe. La cabeza es una parte valiosa del cuerpo y perderla puede resultar inconveniente, además para que están esos jóvenes seguidores que bien pueden exponerla porque ya no tienen nada que perder pues además de la dignidad, hasta el miedo les quitaron.
Pero los jóvenes revoltosos son cada vez más y se le suman adultos, pobres en su mayoría y comienzan a marchar por las calles de Mexicland, en todos lados. Se corren rumores de que el soberano está planeando un atentado con sus consejeros que le endilgarán a los jóvenes revoltosos para que el resto de Mexicland abra los ojos ciegos y se repliegue por el terror como en el 68.
Los jóvenes revoltosos no comprenden del equilibrio, y lo cansado que es gobernar a un grupo de lacayos ignorantes. ¡Las ovejas al rebaño o les largamos a los lobos! dice convencido, así saben que existen males mayores. Claro que el soberano no sabe que los lobos lo rodean, como visten pieles de ovejas no se da cuenta, pieles de cientos, miles de ovejas que fueron devorando a su paso en los valles de Mexicland.
Pero estos jóvenes revoltosos no tienen nada que perder, gritan a voz en cuello que quieren la cabeza del soberano, gritan pidiendo ¿qué?¿ Justicia?. No existe tal concepto en Mexicland. Esa palabra fue borrada desde la conquista y cada vez que alguien osó nombrarla fue borrado junto a la palabra, o descuartizado o incinerado, o enterrado junto a ella. El fin justifica los medios dijo un sabio alguna vez y el soberano se aprendió esa frase de memoria, no recuerda de que libro, pues carece de importancia. A su alrededor, los lobos aúllan, desgarran, destazan, devoran y entierran los restos de su rebaño. Ese rebaño que juró defender a pesar de ellos mismos y eso hace.
Más allá de las fronteras de Mexicland, otros pueblos miran horrorizados la competencia, pues está logrando alcanzar al otro monstruo, Hitler. Otros ciudadanos de otros pueblos que no son Méxicland, unen sus voces a las de los jóvenes revoltosos, pues ya no desean otro Auschwitz, ni otro Ayotzinapa, ni otra fosa, ni otra niña desaparecida, o estudiante joven, viejo, niña o mujer violada, ni desmembrada, ni descuartizada ni enterrada.
La tierra debe regarse con agua y no con sangre. Otros soberanos miran hacia otro lado, total no sucede en sus reinos y después de todo, son bárbaros, ¿qué se puede esperar de unos bárbaros sino barbarie?. Envían observadores que se paran sobre una montaña para ver a lo lejos que sucede en Méxicland, y no ven nada, no ven que la montaña sobre la que están parados es una pila de cadáveres. Entonces se marchan porque aquí, no pasa nada.
Esto no es un cuento, esto sucede hoy en México. Y yo como directora de la Fundación Artesomos, como ser humano, como escritora, como persona, madre y hermana de este bendito y sufrido pueblo, repudio lo que sucede bajo sus narices Sr. Presidente de México Peña Nieto. Quiero que sepa que me repugna su indiferencia, su corrupción y necedad, la sangre en sus manos y en la de su esposa, de sus secuaces y gobernantes, porque Ud. es directamente responsable del peor genocidio en la historia de Latinoamérica. Mientras sus sicarios asesinan a su pueblo, Ud. mira para otro lado y se peina frente al espejo. Quiero que sepa, que Ud. y su apellido serán sinónimo de crueldad y asesinato hasta el fin de los tiempos. Y Ud. me dirá que no es un asesino, pues no ha matado a nadie, es cierto, no mata con sus propias manos, Ud. mata con su indiferencia, con ese dinero que se mete en los bolsillos para menguar la conciencia si es que tiene una. Quiero que sepa que desayuna Ud. la sangre de miles de inocentes cada mañana, y que el vino fino que tanto le gusta tomar por las noches, es pagado con el sacrificio, desmembramiento, de miles de niñas y jóvenes que desaparecen a diario y que a Ud. ni a su esposa ni a su séquito de sicarios les importa.
Pero sepa Sr. Presidente, que todo se paga en esta vida, sepa también que el pueblo no es ni tan estúpido ni tan ignorante como Ud. y sus secuaces creen que son. Sepa Ud. que no tienen nada que perder, porque Ud. les quitó todo y hasta el miedo se llevó. Sepa que rendirá cuentas, no sólo Ud. sino todos sus secuaces, descendientes y sus antecesores, pues ha sentenciado a todos, incluso a sí mismo a ser juzgados por la historia. Sepa que su conducta, su necedad y su ceguera, están generando héroes anónimos, y que no importa cuántos envíe Ud. a asesinar para acallar el clamor de justicia que sus oídos sordos insisten en acallar, cientos, miles de ellos brotarán de la tierra, porque el dolor se hace semilla y del horror nace el valor para enfrentar cualquier mal.
Sepa que el mundo entero lo está mirando en estos momentos, y que tiene la oportunidad, una sola, de hacer las cosas bien, escuchando a su pueblo y poniéndose de su lado para poner fin a este genocidio, al narcotráfico, a la corrupción y si no sabe cómo hacerlo, pida ayuda a los gobiernos de otros países, idealmente democráticos. Se lo aclaro porque ya tiene Ud. demasiados mercenarios a su alrededor.
Sepa que no solo yo lo repudio, a Ud. y a la manada de sicarios que lo secunda, sino que lo repudia el mundo entero.
Nada hay más peligroso en este mundo, que el valor que surge de aquellos que nada tienen que perder. ¿Cree Ud. que la gente tiene miedo a que se derrame sangre? No Sr. Presidente, porque ahora mismo su tierra esta anegada de ella y lo peor de todo es que esa sangre derramada es sin sentido. Detenga la masacre ahora mismo. Ud. tiene el poder de hacerlo, el pueblo que está escupiendo será su ejército si se atreve a hacer lo correcto. Pueblo que lo puso a Ud. para que vele por su seguridad, no sólo económica, sino de vida.
Detenga este genocidio, pues el mundo no está indiferente y el dinero, no importa cuanto sea, no tiene el poder de ocultar lo que sucede, sino se dio cuenta, se lo digo: Existen las redes y existe la gente que como nosotros, ve lo que Ud. como cabeza de este pueblo, se está negando a ver o lo que es peor, está consintiendo.
Abra los ojos Sr. Presidente, y si no le gusta lo que ve, sino soporta la verdad:
¡Ya supérelo! Y haga por primera vez en su vida, lo correcto.
Desaparecen en la ciudad de Juárez entre 1 y 15 mujeres por día, muchas aparecen con los mismos signos de violencia en sus cuerpos que la joven enfermera, otras, aparecen con un seno amputado (en vida, pues los cortes son antemortem), firma de algún grupo narco que envía una amenaza a otros grupos o a las mismas familias de la pobre muchacha que yace en una tumba mirando con los ojos huecos, ahora hogar del terror y el dolor que sufrió en los últimos minutos, horas, días y hasta meses, con la esperanza, ya tan muerta como ella, de encontrar la salvación en algún cielo, cualquier cielo. Me pregunto qué sucedería si removieran la tierra que rodea esa Ciudad perdida de Dios, ¿cuántos cuerpos más serían encontrados?, una ciudad completa enterrada con sus propios ciudadanos transitando sin rumbo el abismo del Dante, buscando inútilmente su regreso a casa. Se sabe, se susurra, corre de boca en boca, que muchas de esas mujeres son vendidas y explotadas en los prostíbulos, que los bebés y niños son vendidos, en el mejor de los casos para adopción, en el peor, para vender los órganos o en una realidad aún más atroz, son violados, asesinados, cazados, y enterrados en fosas poco profundas, total, las otros carroñeros, esta vez inocentes, se encargan del resto. Las cruces rosas son sólo una muestra gratis de lo que sucede en todo México, las marchas y protestas también. Ha comenzado la lucha de un pueblo manso que se ha puesto de pie a pesar del miedo, el pueblo ha comenzado por vez primera en muchos años de agachar la cabeza y susurrar, a mirar a sus asesinos de frente y a gritar una palabra que antes les era ajena, Justicia, pues nada queda por perder.
Las madres van en busca de sus hijos, lloran, deambulando como la Malinche, por las calles perdidas de alguna ciudad, elijan Ustedes cualquiera, todas las ciudades de México están cubiertas de sangre, con ese dolor interminable, ese dolor que no cesa, ese sueño que no llega producto de la esperanza de creer que algún día, encontrarán a sus hijos perdidos caminando por alguna vereda, o que entrarán por la puerta y les dirán: lo siento, todo fue un error o lo que es peor, que en vez del hijo, llegue un policía a su puerta robándole el último aliento y les diga que no lo fue, que sus hijos fueron desmembrados o ejecutados o torturados o quemados en una pira junto a otros tantos. Entonces sobrevendrá el horror, sobrevendrán las pesadillas interminables de aquellos rostros amados que ahora tiene un pasado cuyo futuro fue amputado por monstruos que no son imaginarios ni habitan debajo de la cama, sino que son reales, tangibles, brutales, monstruos cobardes, avariciosos, arrogantes e insensibles que llevan en sus cuerpo un corazón esculpido con la sangre seca de sus víctimas.
Mientras tanto en el palacio real, el soberano no reconoce ese color rojo que tiñe sus manos, no piensa ni comprende que esa sangre, es de su pueblo. Sus lacayos lo aplauden, asienten dóciles cuando el grita a voz en cuello ¡Ya supérenlo!, su esposa sonríe a las cámaras mostrando esa casa de ocho o nueve millones de dólares construida con cadáveres diciendo que esa casa fue fruto de su larga carrera como actriz, sus consejeros le dejan sobre la mesa cada mañana junto a la taza de humeante café, un periódico escrito con excrementos, esos excrementos que escapan de los cuerpos por el miedo que supura antes de morir y el lee, lee a la reina que todo está bien en Mexicland, sólo un grupo de revoltosos que se quejan porque no pueden comer todos los días, o porque sus estúpidos hijos se les da por desaparecer, nimiedades dice y bromea, desaparézcanlos para que el turista no vea estas cosas y deje de comprar, el turismo es lo primero y van los guardias a esconder los cadáveres bajo la alfombra tejida con los cabellos de otros muertos. Y los consejeros sonríen y asienten satisfechos. El rey sigue vistiendo su traje de ciego y la reina sigue gritando que vengan los maquilladores, pues algo rojo ha salpicado otra vez su rostro. Preparen la cita con el peinador y la manicura. ¿No está la de siempre? ¿Desapareció?. ¡Los sirvientes no son lo que eran! dice furiosa sacudiendo la cabeza como esos muñequitos hawaianos…después se quejan de que no hay trabajo, si son todos vagos, haraganes, ignorantes…y la nueva maquilladora golpetea temblorosa el polvo de oro sobre la piel manchada rogándole a los Dioses que sus ojos, sus lágrimas, su dolor, no la traicionen y la reina vea el terror en su mirada y ruja un soberano: - Que le corten la cabeza! O la garganta o un seno o un hijo.
Nada nuevo hay bajo el sol de Mexicland, salvo otra fosa, otras desapariciones, otras cabezas que ruedan por el barro, otro estudiante arrastrado a una celda de seguridad en alguna cárcel anónima por tener ideales. Nada debe empañar los cristales oscuros de Mexicland ni interrumpir el desayuno del soberano que lee su periódico de excrementos y se deleita con el líquido espeso que humea en su taza de huesos con ribetes de oro. La sangre sabe siempre mejor por la mañana y bien caliente.
Luego comienza la competencia diaria, el soberano no sabe que está compitiendo, pero así es, compite con Hitler para convertirse en el mayor genocida de todos los tiempos.
Desde el cuarto, quinto, séptimo, octavo y noveno círculo del infierno de Dante, la multitud de consejeros ruge alienada, echan porras. Vamos! que a este ritmo pasamos a ese cabrón vociferan! Unos más y lo pasamos.
Sobre el escritorio, como todos los días, dejan el sobre y el paquete de la especie más preciada de de Méxicland, la especie, la droga, el dinero y la codicia, sin olvidar por supuesto el nuevo par de anteojos negros para ciegos que el soberano debe usar y usa dócilmente.
En el reino, un artista en Zacatecas pinta un paisaje bellísimo, sin darse cuenta que el dolor troca los colores verdes en rojo sangre. No es aceptable un paisaje así. Estas cosas no son propias para el soberano ni su reina, el rojo no combina con la estupidez. La puerta de su vivienda se derrumba, unos ladrones entran y lo apuñalan, le arrancan la piel, muelen sus huesos y los esparcen sobre las lágrimas, para secarlas, para que se tiñan y disimulen, y desaparecen como habían llegado. El comisionado de policía recibe su sobre de especies y vuelve a su casa feliz, la tarea de mantener en equilibrio Méxicland ha sido realizada dice orgulloso mientras devora el hígado de otra escoria, una puta de 13 años que cometió el error de ser un poco atractiva y caminar por las calles que le encomendó cuidar el soberano. Todo en orden.
En una escuela, en un campus universitario, un grupo de jóvenes revoltosos leen en susurros los textos de los intelectuales de Mexicland, textos que hablan sobre la igualdad, la justicia, las oportunidades mientras esos intelectuales, hijos de Mexicland se esconden, se reúnen a palmearse la espalda unos a otros y a pensar en cómo hablar sin emitir sonido y desde las sombras, no sea cosa que pierdan la comodidad de sus autos último modelo que están pagando en cuotas o los subsidios o el miedo. Son textos utópicos, pero quien sabe. La cabeza es una parte valiosa del cuerpo y perderla puede resultar inconveniente, además para que están esos jóvenes seguidores que bien pueden exponerla porque ya no tienen nada que perder pues además de la dignidad, hasta el miedo les quitaron.
Pero los jóvenes revoltosos son cada vez más y se le suman adultos, pobres en su mayoría y comienzan a marchar por las calles de Mexicland, en todos lados. Se corren rumores de que el soberano está planeando un atentado con sus consejeros que le endilgarán a los jóvenes revoltosos para que el resto de Mexicland abra los ojos ciegos y se repliegue por el terror como en el 68.
Los jóvenes revoltosos no comprenden del equilibrio, y lo cansado que es gobernar a un grupo de lacayos ignorantes. ¡Las ovejas al rebaño o les largamos a los lobos! dice convencido, así saben que existen males mayores. Claro que el soberano no sabe que los lobos lo rodean, como visten pieles de ovejas no se da cuenta, pieles de cientos, miles de ovejas que fueron devorando a su paso en los valles de Mexicland.
Pero estos jóvenes revoltosos no tienen nada que perder, gritan a voz en cuello que quieren la cabeza del soberano, gritan pidiendo ¿qué?¿ Justicia?. No existe tal concepto en Mexicland. Esa palabra fue borrada desde la conquista y cada vez que alguien osó nombrarla fue borrado junto a la palabra, o descuartizado o incinerado, o enterrado junto a ella. El fin justifica los medios dijo un sabio alguna vez y el soberano se aprendió esa frase de memoria, no recuerda de que libro, pues carece de importancia. A su alrededor, los lobos aúllan, desgarran, destazan, devoran y entierran los restos de su rebaño. Ese rebaño que juró defender a pesar de ellos mismos y eso hace.
Más allá de las fronteras de Mexicland, otros pueblos miran horrorizados la competencia, pues está logrando alcanzar al otro monstruo, Hitler. Otros ciudadanos de otros pueblos que no son Méxicland, unen sus voces a las de los jóvenes revoltosos, pues ya no desean otro Auschwitz, ni otro Ayotzinapa, ni otra fosa, ni otra niña desaparecida, o estudiante joven, viejo, niña o mujer violada, ni desmembrada, ni descuartizada ni enterrada.
La tierra debe regarse con agua y no con sangre. Otros soberanos miran hacia otro lado, total no sucede en sus reinos y después de todo, son bárbaros, ¿qué se puede esperar de unos bárbaros sino barbarie?. Envían observadores que se paran sobre una montaña para ver a lo lejos que sucede en Méxicland, y no ven nada, no ven que la montaña sobre la que están parados es una pila de cadáveres. Entonces se marchan porque aquí, no pasa nada.
Esto no es un cuento, esto sucede hoy en México. Y yo como directora de la Fundación Artesomos, como ser humano, como escritora, como persona, madre y hermana de este bendito y sufrido pueblo, repudio lo que sucede bajo sus narices Sr. Presidente de México Peña Nieto. Quiero que sepa que me repugna su indiferencia, su corrupción y necedad, la sangre en sus manos y en la de su esposa, de sus secuaces y gobernantes, porque Ud. es directamente responsable del peor genocidio en la historia de Latinoamérica. Mientras sus sicarios asesinan a su pueblo, Ud. mira para otro lado y se peina frente al espejo. Quiero que sepa, que Ud. y su apellido serán sinónimo de crueldad y asesinato hasta el fin de los tiempos. Y Ud. me dirá que no es un asesino, pues no ha matado a nadie, es cierto, no mata con sus propias manos, Ud. mata con su indiferencia, con ese dinero que se mete en los bolsillos para menguar la conciencia si es que tiene una. Quiero que sepa que desayuna Ud. la sangre de miles de inocentes cada mañana, y que el vino fino que tanto le gusta tomar por las noches, es pagado con el sacrificio, desmembramiento, de miles de niñas y jóvenes que desaparecen a diario y que a Ud. ni a su esposa ni a su séquito de sicarios les importa.
Pero sepa Sr. Presidente, que todo se paga en esta vida, sepa también que el pueblo no es ni tan estúpido ni tan ignorante como Ud. y sus secuaces creen que son. Sepa Ud. que no tienen nada que perder, porque Ud. les quitó todo y hasta el miedo se llevó. Sepa que rendirá cuentas, no sólo Ud. sino todos sus secuaces, descendientes y sus antecesores, pues ha sentenciado a todos, incluso a sí mismo a ser juzgados por la historia. Sepa que su conducta, su necedad y su ceguera, están generando héroes anónimos, y que no importa cuántos envíe Ud. a asesinar para acallar el clamor de justicia que sus oídos sordos insisten en acallar, cientos, miles de ellos brotarán de la tierra, porque el dolor se hace semilla y del horror nace el valor para enfrentar cualquier mal.
Sepa que el mundo entero lo está mirando en estos momentos, y que tiene la oportunidad, una sola, de hacer las cosas bien, escuchando a su pueblo y poniéndose de su lado para poner fin a este genocidio, al narcotráfico, a la corrupción y si no sabe cómo hacerlo, pida ayuda a los gobiernos de otros países, idealmente democráticos. Se lo aclaro porque ya tiene Ud. demasiados mercenarios a su alrededor.
Sepa que no solo yo lo repudio, a Ud. y a la manada de sicarios que lo secunda, sino que lo repudia el mundo entero.
Nada hay más peligroso en este mundo, que el valor que surge de aquellos que nada tienen que perder. ¿Cree Ud. que la gente tiene miedo a que se derrame sangre? No Sr. Presidente, porque ahora mismo su tierra esta anegada de ella y lo peor de todo es que esa sangre derramada es sin sentido. Detenga la masacre ahora mismo. Ud. tiene el poder de hacerlo, el pueblo que está escupiendo será su ejército si se atreve a hacer lo correcto. Pueblo que lo puso a Ud. para que vele por su seguridad, no sólo económica, sino de vida.
Detenga este genocidio, pues el mundo no está indiferente y el dinero, no importa cuanto sea, no tiene el poder de ocultar lo que sucede, sino se dio cuenta, se lo digo: Existen las redes y existe la gente que como nosotros, ve lo que Ud. como cabeza de este pueblo, se está negando a ver o lo que es peor, está consintiendo.
Abra los ojos Sr. Presidente, y si no le gusta lo que ve, sino soporta la verdad:
¡Ya supérelo! Y haga por primera vez en su vida, lo correcto.
Mercedes Mayol
Fundación Artesomos.
Adhieren a esta carta:
Fundación Artesomos.
Adhieren a esta carta:
Many thanks for your letter. The situation is indeed awful, and fortunately, a number of strong statements have been circulated about it, some initiating from Mexico. You are right that we should do anything we can to gain more publicity for this atrocity, and support for ending it.
Hola, quiero que mi nombre se una al coro de repudio contra la violencia de Estado. Jorge Jaramillo Villarruel. Gracias.
Marcelo Saavedra Osorio Escritor Cuenta conmigo, no puede ser que exista tanta invisibilización frente a este repudiable hecho. Un abrazo Mercedes aplaudo la iniciativa.
Núria Bartrina, Artista, Catalunya. Soy una mujer de 53 años, a estas alturas de mi vida soy una experta en miedos, y sé por experiencia que como dijo Kierkegaard el miedo es una enfermedad mortal.
Un pueblo con miedo está condenado a desaparecer, Hobbes descubrió en el miedo el origen del Estado, Maquiavelo enseño al príncipe que había que utilizar el miedo para gobernar, le proporciono un manual de instrucciones. La terribilità como herramienta. Los dos coinciden que el miedo es la emoción política más poderosa y necesaria para educar a un pueblo indómito y de poco fiar. Y Spinosa advertía, es terrible que el pueblo pierda el miedo.
Nieztche se preguntaba ¿si el valor es valor supremo?, ¿qué es ser bueno? Y se respondió; ser valiente es ser bueno.
Pueblo de México como el esclavo que llevan en su infierno Kafkiano interior que quiere escaparse para calentarse al sol del valor, es decir de la libertad, dejen de ser el hombre que es un lobo para el hombre. Ser valiente no es quien no tiene miedo sinó quien no le hace caso y es capaz de cabalgar al lomo del Águila.
Todo mi apoyo y admiración.
Fernando García, Argentino, suma a esta carta de repudio
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