Ha pasado mucha agua bajo el puente desde que una mujer pudo dar su primer voto, usó el primer soutien, fue como soldado a la guerra, entró por primera vez a la Universidad como estudiante y recibió su primer título como profesional. Estamos en el mes de la mujer y no puedo menos que reconocer que todos estos logros nos han costado mucho sacrificio, muchas vidas, demasiadas lágrimas.
Trato de ser objetiva y no mezclar mis propias vivencias en esta nota, pero fracaso una y otra vez en el intento. Yo soy una mujer, que alguna vez no tuvo palabra, que alguna vez tuvo miedo y que alguna vez se sintió tan sola que prefirió caminar por una calle atestada de gente para sentir el roce de otro ser humano. Esa mujer que fui todavía hoy mora en mí, pero no como mártir si no como cimiento de lo que soy hoy. Puedo decir con orgullo que ya no tengo miedo a expresarme, de hecho muchos dirían que me expreso demasiado, pero debo decirles que es lo que sucede cuando la voz es cautiva del temor por mucho tiempo. Puedo decir que ya no me atajo cuando alguien levanta la mano a mi lado para saludar, por que he aprendido a defenderme. Puedo decir que tengo dos hijos a los cuales he criado con amor y respeto, a pesar de que en mi infancia fui duramente golpeada por otra victima que a su vez fue terriblemente castigada por otra victima y por esta razón jamás he podido culparla ni odiarla, por que se por lo que viví, que luchar contra ello es lo mas difícil que he hecho y que es muy difícil no repetir la historia.
Puedo decir con la frente bien en alto que jamás he levantado la mano a ninguno de mis hijos, pero que si alguien los dañara sería capaz de matar con mis propias manos al agresor sin ningún tipo de miramiento.
Este es el mes de la mujer y esta historia no es solo mía, si no de cientos y miles de mujeres que viven y luchan diariamente con historias similares y peores a esta.
Yo he tenido mucha suerte, por que tengo un compañero que me ha ayudado a superar con amor todas mis heridas, que me ha enseñado el significado de la palabra compasión y que me ha acompañado paso a paso en el proceso de la liberación de mis monstruos internos.
Ser feliz no es imposible, ser feliz es un derecho.
La vida depende de aquello que hagamos de ella y yo decidí hacer todo lo que esté en mis manos para ser feliz y brindar felicidad a aquellos que me rodean.
Se que queda un largo camino por recorrer, se que todavía quedan muchas lágrimas por derramar, pero también se que las mujeres tenemos un secreto que nos ayudará a superar cualquier obstáculo que se interponga en nuestro camino, y ese secreto está oculto precisamente en el arte de ser mujer. Somos fuertes, sensibles, románticas y temperamentales. Soportamos el dolor, la tristeza y la agonía como ningún otro ser sobre la tierra. Parimos a nuestros hijos con dolor?, si por supuesto y eso nos da mayor fortaleza. Podemos capitalizar el sufrimiento y transmutarlo en valor.
Por todas estas cosas es que existe el día de la mujer. Por todas estas cosas, Dios nos bendijo con el don de la creación.
A todas las mujeres del mundo, desde aquí les deseo un muy feliz día y les pido desde lo mas profundo de mi alma, que jamás se dejen vencer. La vida que llevemos a diario depende exclusivamente de nosotras.
Quiero agradecer a toda la gente que Dios puso en mi camino y que me ayudó a transitarlo, hombres y mujeres me tendieron una mano cuando mas lo necesité e hicieron que creyera en la bondad del ser humano y que los sueños son posibles. Sin ellos, nada de esto existiría en mi.
Mi corazón está al lado de todas aquellas mujeres que todavía no han logrado liberarse y rezo por que un día puedan romper las cadenas que las atan al destino como yo he podido hacerlo.
Mercedes Mayol
Copyright 06-03-2010
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