Ella despertaba al amanecer con una nube pendiendo de su
cuello…
Saltaba de la cama y desnuda corría por un prado de luces
lilas devorando cuanto sueño encontraba entre sus brazos. Con las flores se
tejía una corona de rubíes amarillos, con las espinas un collar de verde ilusión.
Una tormenta roja cubría su espalda blanca desparramando en
su pecho un manantial de estrellas y en su vientre de lunas grises se posaba
una canción.
Sin esperar un suspiro, se sentaba en un sillón, con un
libro de hojas de otoño en sus letras de algodón y buscaba entre sus latidos
alguna tonta razón, que le explicara en su idioma como atrapar la pasión que de
sus labios volaba sin destino ni razón.
Sus alas de espuma de oro se extendían sin cesar y
molestaban al miedo que no paraba de hablar.
Cansada de su tarea, por la tarde echaba a volar, vestida de
mariposa y con su alma rozando el mar.
Al final de la jornada, su piel de seda y de agua, se estiraba y se
encogía en una danza olvidada, y sin escuchar los gemidos que en sus piernas se
estrellaban, en loba de azules sueños transformaba ella su alma, descansando
entre los besos perdidos de otra mañana.
©Mercedes Mayol
Copyright 20-08-2012
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