Hay seres que Dios deja caer a la tierra, como esas semillas
de diente de león que soplamos cuando niños pidiendo un deseo.
Caíste, flotaste, pululaste de vida en vida sin arraigarte a
ningún lado. Tu hogar fue el mundo en sí mismo, como podría haber sido el cielo
o el mar, daba igual.
Te has marchado, y hoy me pregunté por un momento, si alguna
vez estuviste realmente. Recordé tu presencia intermitente, tu incapacidad de
sentir rencor hacia nada y hacia nadie. Una anomalía producida por falta o
sobrecarga de genes, ¿quién puede saberlo? Sólo aquel que te lanzó a este mundo
con un destino tan insólito como tú. Quizás, no eras humana, quizás eras como
esas estrellas ya extintas que se ven en el cielo pero ya no están, esas que han
desaparecido hace miles de años y persisten en el recuerdo de un cielo
pendenciero y rebelde que se niega a olvidarlas. Puedo decir sin embargo, que aún
sin materia, o tal vez siendo, y esto es solo una teoría personal, materia pura
y de una simpleza sorprendente, supiste parir misterios. Unos insondables como
la mirada de un niño que nunca fue niño y otros profundos como esos lagos acerados
que parecen no tener principio ni final. No tocabas, rozabas las vidas, y digo
rozabas, por que no te aferrabas a nada, no echaste raíces, no te apoderaste
del viento, por que vivías dentro de el. Eras como Withman, una semilla envuelta
en un poema, una llama que se encendió un día y se fundió en su propio
horizonte. Yo te recuerdo, te recordamos, te recordaremos… pendencieros, rebeldes,
esperando encontrarte en un colectivo, o a la vuelta de la esquina con el
poncho, el folklore, la sonrisa errante que viajaba de un lado a otro buscando
ese lugar que seguro encontraste al irte a dormir, despertando del otro lado.
Puedo decirte a modo de hasta luego, y espero me lo
recuerdes cuando nos volvamos a ver, que has dejado huellas, intangibles y de
peso, en este mundo que no comprende de
miradas mansas y que esas huellas, marcaron mi vida y la siguen marcando,
acompañando. Me quedo, si me lo permites, y espero lo hagas, con tu anomalía de
estrella, con tu incapacidad de sentir rencor, con tus misterios y mansedumbre.
Y como aquel día, y esto es sólo para aquellos que te
conocimos, te cuento:
- Hay shampoo…
Gracias por titilar en nuestras vidas.
Buen viaje estrella dormida.
Mercedes Mayol
20-09-2013 Buenos Aires
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