…La osadía la miró a los ojos
y tomando entre sus manos aquel rostro
temeroso dijo:
–O vives con intensidad cada segundo de tu vida
–O vives con intensidad cada segundo de tu vida
desafiando la certeza de que morirás algún día...
o mueres cada día desperdiciando tu vida
temiendo ese hecho inevitable...
decide... vive o muere pero no te quedes en
medio estorbando el paso de un destino
que con o sin ti seguirá
su camino...
Me he perdido. No logro salir de esta
sensación de agotamiento que me embarga. No logro despejar la bruma que oprime
mi corazón. Quizás es por eso que estoy en esta lancha, buscándome, intentando
recordar quién era y para qué estoy aquí.
El sonido del motor me adormece, el agua
turbia del río se mete en mi sangre y la furia comienza a recorrer mis venas,
pero el miedo la contiene, como una represa que cruje bajo mi piel.
Me bajo del navío errante que me lleva a
algún destino, dejo que la brisa acaricie mi cuerpo que se siente vacío y
aletargado. Camino por el sendero húmedo rodeado de lirios, mientras su aroma
me invade y me hechiza. Pero el temor sigue allí agazapado y mortal como una
serpiente que no me deja en paz. Hace días que estoy así, sin poder dormir, sin
poder comer, sin poder comprender que sucede a mi alrededor. Y ese murmullo
persistente que ahoga un grito que no logro comprender.
Las lágrimas comienzan a brotar y me dejo
llevar por la bruma del tiempo. Estoy cansada, muy cansada. Dejo que mi alma
navegue azarosa por los confines de una eternidad que me es negada. La angustia
oprime mi garganta y no me deja respirar, pero ya no lucho, está bien que
suceda, está bien que me ahogue, porque soy vulnerable. Está bien que llore y
me sienta sola. No hay error en ello… no. Eso descubro mientras mis pies
desnudos tocan por fin el agua del arroyo que en este momento se encuentra como
yo, turbio e inquieto… pero aun así en él me reflejo.
Levanto mis ojos al cielo, y la cortina de
lágrimas difumina las frondosas arboledas y los rayos de un sol tímido y débil.
Mi pecho comienza a ensancharse porque esas lágrimas que tanto he negado son
parte de mí y ahora están derramándose y dejándome espacio para respirar. Sí… aún
no me encuentro, no sé quién soy, a veces creo que una Diosa, mas hoy me siento
una esclava. Quién soy me pregunto una y otra vez porque lo he olvidado, sumida
en la marea eterna de rutinas y suaves murmullos que me llevan al letargo. Me
veo a mí misma corriendo tras cosas que no deseo, comprando cosas que de nada
me sirven, leyendo revistas de moda cuando en verdad amo los poemas. ¿Quién
soy? ¿Cómo he llegado aquí?
–Respira… sólo… respira –dice una voz que
reconozco como mía y aun así me resulta extraña.
Se acerca una tormenta y se que debería
ponerme a resguardo. Pero hoy no deseo resguardarme, no deseo protegerme, no
deseo esconderme, deseo morir porque si esto es vivir todo carece de sentido.
¿Quién soy? Se que nada tengo que perder y eso me enfurece… ¿Cómo he llegado
hasta aquí?
Las gotas de lluvia comienzan a caer y no es
alivio lo que siento si no furia, furia y deseo, pasión y descontrol. El agua
me azota la cara y mis lágrimas se funden en ella. Me recuesto en la hierba
mojada y extiendo los brazos mientras los relámpagos estallan en un cielo tan oscuro
como mi alma. Una sensación de vértigo me invade de pronto, un deseo bestial y
primitivo se sacude en mis entrañas. La vida comienza a fluir como un río de lava
desbocado y me pongo de pie, con los brazos extendidos y el corazón latiendo
furiosamente en mi pecho. La tormenta es cada vez más fuerte como el deseo
descomunal que tengo de gritar y mientras un relámpago sacude las aguas del
arroyo, mi garganta se desgarra en mil pedazos en un grito intenso y profundo.
Ponte de pie y camina.
Ponte de pie y lucha.
La voz se hace cada vez más fuerte, pero no
soy yo, está dentro de mí, removiéndose en mis entrañas. No tienes nada que
temer –susurra– lo peor que puede sucederte es que vivas. Lo peor es que te des
cuenta de que estabas muerta y ya no quieras volver atrás. Reclama aquello que
por derecho te pertenece, vida, deseo, pasión. Sueña y devórate la vida. La
vida no admite permisos ni debilidades. Tómala por asalto y llévatela porque es
tuya y fue creada para ti. ¿Es que no lo ves? Eres la matriz de la creación, de
tu vientre nacen los sueños, de tu mirada se alimentan los héroes, reinos
enteros han caído por ti y por ti miles de mundos han sido creados, de tu boca
brotan los más bellos amaneceres y las más increíbles tormentas. Posee la vida,
hazle el amor. ¡¡Despierta!! Vive, respira y expándete… Fuiste creada para ser
Diosa no esclava, tú eres el río, eres la tierra y tu cuerpo se cubre de
humedades por este deseo que te arrasa por dentro, déjalo salir…
Déjame vivir…
Ya no resisto, no quiero resistir. Ya no deseo
dormir. Me revelo contra mí y a la vez me abrazo en un intento desesperado de
sentir que esto es real. Las luces en el cielo iluminan mi cuerpo tembloroso.
El temor se aleja, se difumina, con cada embate de los rayos que caen en el
río. Siento la vida correr a través de mí y me abrazo aún más fuerte para no
dejarla partir. Es una sensación dulce, violenta, salvaje, dentro de mí la
hembra se abre camino y mi alma la desea… ¡Oh Dios, como la desea! …
Surge de la oscuridad de mi alma, brota desde
la profundidad de mi sombra, emerge desde mi sangre pura, lujuriosa y sensual.
Siento su poder apoderarse de mí y mi piel se eriza al sentir su cálido deseo
cubriéndome. El temor se difumina, la presión cede, la voz se aplaca
convirtiéndose en un murmullo cada vez más suave, diáfano como un rojo amanecer
cubierto de rocío. El cielo se abre dejando que los rayos del sol bañen mi
cuerpo desnudo, ella está aquí. Levanto mis ojos al cielo mientras una sonrisa
dulce y perversa curva mis labios. Camino hacia la cabaña, me siento frente a
la mesa, tomo un lápiz y un papel y comienzo a parir.
El arte
es un dios lujurioso y despiadado. Mata a su amante, la preña y la vuelve a
parir. Sólo así logra sobrevivir.
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