
Mi piel se resquebraja en el viento y cae a mis pies como los pétalos resecos de una flor olvidada. Mi corazón late despacio, con ese ritmo incierto de las melodías que anuncian viejas historias. Mis manos están vacías y mi alma se acurruca en las páginas de un nuevo atardecer. En mi pecho de cenizas se inmolan los rencores, las mentiras, los dolores yermos y sin sentido. Mi reflejo se contrae y se dilata en el parto silencioso de las lágrimas...