lunes, 24 de junio de 2019

Siembra

Posted by Mercedes Mayol 13:12:00


Ya lo decía mi mamá cuando la tía Clotilde me mandó a estudiar periodismo a Buenos Aires, y lo más cerca que había llegado era a la aspiradora de la redacción del diario.
Y ahí estaba limpia que te limpia mirando a esa pobre chica tan triste y sola que me partía el alma. La pobre pasaba los días en ese escritorio adornado con porcelanas de gatitos y bailarinas y una maceta con una flor de plástico. No tenía ni una sola foto de nadie que la quisiera la pobre. Rubiecita y chiquita como una de esas muñecas de las juguetería que le mandaba a mi sobrina la Nelly cada vez que cobraba el aguinaldo, pero triste.
Como todas las noches después de que se iba, me ponía a limpiar el escritorio y me esmeraba ahí más que en cualquier otro a que le quedara bien lindo para darle aunque sea una alegría a la Carolina. Ella me trataba re bien, aún con esa sonrisa triste que tenía siempre me trataba bien y se acordaba de mi nombre. Decía, gracias Matilde, buenos días Matilde, buenas noches Matilde. Siempre tan buena ella, no como el de policiales que es un viejo malo y baboso. A ese le limpio lo justo e incluso le cambio las cosas de lugar cuando puedo aunque después putee y pregunte con esa voz de fumador asqueroso ¿Quién contrató a esta negra retardada?. Así me dice, negra retardada.  Yo sé bien quién es quién en este lugar. Lo tengo bien clarito y si el viejo me pide un café, se lo escupo antes de dárselo. Justicia divina. Ya lo dice diosito en la biblia: Recogerás lo que entierres.
Y así fue.  Anoche la vi irse llorando y en un acto, reflejo de la angustia por verla así, enseguida me puse a limpiar su escritorio. Le pasé la franela a cada una de las figuritas de porcelana, le pasé el Blem a la florcita de plástico hasta que quedó bien brillante y hasta limpié con limpiavidrios al monitor de la compu. Después levanté el teclado para limpiar abajo y fue entonces que sucedió. La pantalla se prendió y la carta estaba ahí a la vista de cualquiera. No tendría que haber leído pero me dio un saltito en el corazón de la emoción como cuando una ve una señal del cielo. Siempre estaba apagada y anoche se prendió solita. Si eso no es una señal, no sé qué sea. Y la carta decía así.
Mi amada Carolina
Hoy te vi pasar otra vez y desee con desesperación tenerte cerca para decirte todas las cosas que siento. Ambos estamos solos y somos incomprendidos. Esta distancia no hace más que acrecentar el dolor y la ansiedad de nuestra ausencia. Como siempre, me dejé llevar por el ensueño de tenerte solo para mí en un lugar donde nadie pueda interrumpirnos, pero como dije en las cartas que te he enviado, esto es un acto de a dos. Una palabra tuya y juro que nadie más te hará sufrir.
Tuyo siempre
G.
P/D: Lamento mucho lo de tu gato. Se lo que significa para vos.
Si hasta me la acuerdo de memoria de tantas veces que leí el mail del tal G con el corazón latiéndome como un loco, casi que podía escucharlo mire. Imagínese, dos almas solitarias sin amor separadas por el capricho del destino como diría Corín Tellado. ¿Por qué debería estar tan sola y triste con el amor llamando a su puerta? ¡Cuánto amor desperdiciado! por timidez más que seguro, porque otra explicación no había. Y él, ¡que caballero! No se iba a acercar salvo que ella le diga que sí. Hombres así no se consiguen fácilmente, no señor, este era un caballero enamorado y sensible que se conmovía hasta por lo que le pasaba al gato. Ya quisiera yo encontrar uno así y no como Ramón que solo piensa en comer y emborracharse en el bar mientras juega billar con los amigos. No señor, este no es como Ramón, es un hombre de verdad. Eso pensé y seguí limpiando y se me fue la cabeza imaginando a esas dos almas solitarias encontrándose en la plaza, besándose y llevando al gato al veterinario juntos de la mano. Las despedidas a la mañana en medio de risas y besos. Los paseos en bicicleta por Palermo. Si hasta me lo imaginé a él arrodillado pidiéndole matrimonio y la cara de felicidad de la pobre Carolina al decir que Sí. ¡Si quiero G. si quiero!
Y mientras tanto seguía limpiando, soñando y volvía a releer la carta y esa flechita que decía responder en la pantalla.
Cuando terminé de limpiar llamé a la Clotilde y le conté todo. Fue claro como el agua, era el destino. Diosito me había puesto allí por una única razón como decía ella, así que fui hasta el escritorio, escribí sólo una palabra: Sí y apreté la flechita de responder. Ahí fue derechito la flecha de cupido directo al corazón de G y Carolina.
Así como se lo cuento fue, comisario. ¿Cómo iba a saber yo, una humilde limpiadora que el tal G era un tipo que la perseguía y la iba a matar como había matado al gato?
¡Que tragedia!
No, si ya me lo decía mamá cuando la tía Clotilde me mandó a estudiar periodismo a Buenos Aires, el camino del infierno m´ija, está sembrado de buenas intenciones.
©MercedesMayol
Copyrigth Buenos Aires, 2019

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