
A veces se trata sólo de estar, dejarse llevar, esperar la brisa que confunda al destino, que lo libere de las cadenas y grilletes del qué dirán.
Sortear los obstáculos, respirar profundo y navegar sin rumbo hacia el ¿por qué no?
¿Qué más se puede perder que ya no esté perdido? Si al fin y al cabo los segundos persisten en desaparecer, en fenecer, en olvidar su propia existencia mientras nos desesperamos por asir los recuerdos a esa viga absurda...