
Quizás lo más difícil fue darnos cuenta, de que el viento no
siempre sería una brisa cálida.
Como la de aquel verano bajo los álamos donde nos
reconocimos. Donde el calor acompasaba las miradas encendidas de curiosidad y
deseo, y el sabor de las uvas maduras nos impregnaba la boca lacrando nuestros
besos con almíbar. Donde nada importaba, salvo aquellas caricias, nuestros
cuerpos desnudos al sol, el hambre voraz de los amantes perdidos, presumiendo...