
Desde el asiento trasero del bus lo vi, rubio él, pelo ensortijado, los ojos azules y una sonrisa descaradamente seductora, tendría unos veinticinco o veintiséis años, yo tenía catorce, los senos pequeños, el pelo rebelde y la boca abierta como en la consulta del dentista, pero de admiración, de arrobamiento, y él me vio y sonrió casi con ternura antes de bajarse y perderse en el gentío. En aquel tiempo yo estaba leyendo El pájaro espino....