
Hay seres que Dios deja caer a la tierra, como esas semillas
de diente de león que soplamos cuando niños pidiendo un deseo.
Caíste, flotaste, pululaste de vida en vida sin arraigarte a
ningún lado. Tu hogar fue el mundo en sí mismo, como podría haber sido el cielo
o el mar, daba igual.
Te has marchado, y hoy me pregunté por un momento, si alguna
vez estuviste realmente. Recordé tu presencia intermitente, tu incapacidad de
sentir rencor hacia...